La Torre de Hércules es el único faro romano que desde sus orígenes hasta la actualidad ha cumplido con su función inicial, la de servir de señal marítima e instrumento de navegación para las embarcaciones que atravesaban y atraviesan el corredor atlántico. Fue construida probablemente en la segunda mitad del siglo I por el Imperio romano, en el finis terrae del mundo conocido, para acompañar a los barcos que bordeaban el extremo más occidental del Imperio, pero fundamentalmente para señalar la entrada del puerto ártabro.
Sostienen algunos investigadores que los romanos construyeron la Torre en unos terrenos que formaban parte de un espacio de culto o santuario indígena. En el mundo prerromano era frecuente la consagración de promontorios costeros a divinidades asimilables a Hércules. Además, en el caso coruñés se da la coincidencia de que las tres rocas que se sitúan en el mar, frente a Punta Eiras, se conocen como Buey, Vaca y Becerro, los mismos topónimos que se repiten en el santuario de Kenmare, en la costa SO de Irlanda, en donde las tradiciones ubican la isla de Donn o de los Muertos. Por lo tanto, en los terrenos que rodean a la Torre habría en época prerromana un santuario vinculado a las creencias del más allá que corroboraría el carácter sagrado de toda la zona.
Cuando se construyó la Torre, ésta quedaba alejada de la ciudad romana de Brigantium que dio origen a A Coruña, pero con el paso del tiempo la distancia se fue reduciendo hasta desaparecer y en la actualidad la Torre está integrada en la propia ciudad, pero dentro de un gran parque urbano que ocupa 50 ha. de terreno libre de edificaciones, definido como Espacio Natural de Interés Local (ENIL).
Edad Antigua
Desde el siglo II a. de C., en Hispania, se observa una creciente intensificación de las relaciones comerciales con el noroeste peninsular. La expedición de Décimo Junio Bruto que penetró en la región galaica por el sur, a través de Portugal, es una prueba irrefutable de este intercambio en fechas muy tempranas. En el año 61 a. de C., según Dión Casio, fue el propio Julio César, que se hallaba en Cádiz, quien dirigió la expedición que llegó por mar a Brigantium, (actual A Coruña) con el objetivo de establecer contactos comerciales, que pudieron materializarse en la fundación de un pequeño establecimiento colonial de importancia estratégica en los límites del Imperio.
Brigantium se convirtió en un puerto importante de la retaguardia durante las Guerras Cántabras (29-19 a. de C.), con un papel relevante en la distribución de hombres y materiales para la contienda. Posteriormente, durante la paz de Augusto, se produjo un incremento significativo de las relaciones comerciales que se plasmó en el desarrollo de la estructura viaria y en el incremento del tráfico marítimo, que favorecieron un proceso de profunda romanización. En este contexto, el noroeste peninsular se convirtió en un territorio fundamental en la conquista de Britania y el puerto de Brigantium en uno de los principales puntos de arribada de la vía XX, más conocida como per loca marítima auténtica, en la que se refugiaron las armadas romanas en su camino a la conquista de Britania. Este interés militar justificaría la construcción de un faro de grandes proporciones en la entrada del Golfo Ártabro porque desde Gibraltar hasta Fisterra los navíos navegaban paralelos a la costa, a unas pocas millas del litoral, siguiendo la vía per loca marítima, pero una vez llegados a Brigantium debían orientar las proas de sus barcos hacia el canal de la Mancha y los territorios del norte, adentrándose en un mar abierto y muy batido en el que perdían el referente de la costa hasta llegar a la Bretaña francesa.
En el siglo V de nuestra era, todavía el faro tenía una importancia muy destacada. El cronista Paulo Orosio, discípulo de San Agustín, señalaba en su obra, Cosmografía, que "el segundo ángulo de Hispania está orientado al norte, donde la ciudad galaica de Brigantia eleva para observación [del mar] de Britania su altísimo faro y digno de mención entre muy pocas cosas".
En todas las civilizaciones de la antigüedad tanto en el ámbito mediterráneo -los egipcios, fenicios, griegos o romanos-, como en el ámbito oriental - la China de las dinastías Shang y Zhou- o en el ámbito americano, -aztecas, mayas e incas- desarrollaron diferentes sistemas de señalización marítima más o menos complicados pero que no han llegado hasta nosotros o lo han hecho condenados a simples testimonios arqueológicos.
Recreación Faro de Ostia (Universidad de Southampton)
El faro de Ostia era el que señalaba la entrada al principal puerto del imperio, al gran centro de tráfico marítimo que abastecía a la propia ciudad de Roma. Este se localizaba muy cerca de la capital, en las proximidades de la desembocadura del río Tíber, en la zona de Ostia.
Allí se encontraba el Fiumicino, el canal que da nombre al lugar y que en el pasado sirvió para conectar el Portus Traiani con el río Tíber, por el que las gabarras tiradas por bueyes llevaban la mercancía, -trigo de Sicilia, aceite de la Bética o gigantescas columnas de mármol de Egipto- hasta la capital del Imperio. Llama la atención que la pista principal del aeropuerto Leonardo da Vinci termina donde se alzaba el faro construido por Claudio, siguiendo el modelo del de Alejandría.
Recreación Civitavechia y Faro de Cetumcellae
Con la expansión del imperio en el siglo I d. C. el puerto de Ostia resultó insuficiente para dar cabida al intenso tráfico marítimo generado entre Roma y las provincias. Para derivar el exceso de tráfico surgió el puerto de Centumcellae con su faro, construido en una isla artificial que se levantó para proteger a los muelles de ataque de las olas. Este proyecto constructivo fue una iniciativa del emperador Trajano quién, entre 103 y el 113 d. C. impulsó las obras de este complejo portuario.
Faro de Mesina
El faro de Messina se localizaba al nordeste de Sicilia, sobre el cabo de Pelorus y era el que controlaba el tráfico marítimo entre la isla y la península itálica. En dos monedas del año 35 d. C. aparece como una torre cilíndrica acabada en cúpula y sobre la que se situaba la estatua de Neptuno con un tridente. Estrabón lo cita en relación con las columnas de Hércules y dice de él:
"... era una antigua costumbre marcar los límites mediante monumentos semejantes; ejemplo de ello es la pequeña torre que los habitantes de Regium han elevado a guisa de columna, sobre el estrecho de Sicilia, a semejanza del de Pelorus, que está en el otro lado"
Las crónicas señalan que fue Hércules el constructor del antiguo faro, partiendo de un templo de planta cuadrangular de 100 codos de altura (89,22 m.).
Según las fuentes conservadas, este faro estaba coronado por una estatua de grandes proporciones y fue destruido en 1146 por los ejércitos árabes de Ibn Isa Maymum. No se conservan testimonios gráficos.
En el s. II a. C. se construyó la Turris Caepionis, erigida por orden del procónsul Quinto Servilio Capión, en el lugar donde hoy se encuentra el faro de Chipiona, con el fin de evitar que los navíos que navegaban en las proximidades encallaran en los escollos del río Guadalquivir, que entrañaban grave peligro.
Fue descrito por Estrabón, que lo consideró uno de los mejores faros conocidos. Lamentablemente de esta importante edificación no conservamos resto alguno.
La Torre del Orden fue mandada construir por Calígula en torno al año 40 d.C., para conmemorar una imaginaria victoria. Se erigió sobre los altos acantilados franceses, en las proximidades de la desembocadura del río Liane. En esta zona había estado instalado uno de los campamentos de las tropas de Julio César y Claudio había utilizado este puerto como base para la conquista de Britania.
Entre 43 y 296 d. C., la armada romana del Atlántico para las provincias del norte tuvo su sede en Bononia o Boulogne. En esta ciudad se conservan restos destacados de esta época, como algunos fragmentos de la muralla que delimitaba el campamento romano o una cripta perteneciente a una construcción perdida.
Restos del Faro de Dover convertidos en campanario de la Iglesia de St. Mary
La Torre de Dover se encuentra en el condado de Kent en Inglaterra, al otro lado del Canal de la Mancha, y era uno de los dos faros que señalizaban la entrada en el puerto de Dover. Probablemente fue mandado construir por el emperador Calígula cuando se erigió la Torre del Orden en una fecha cercana al año 50 d. C. Fue construido sobre los altos acantilados blancos desde los que se dominaba el puerto.
Por su posición estratégica se convirtió en una atalaya en época medieval y fue el germen del Castillo de Dover, del que hoy forma parte. Tiene una altura de 62 pies (18,6 m.), de los cuales solo 43 (12,9 m.) corresponden a la fábrica romana y el resto a la reforma de tiempos de Enrique VIII. Los maltrechos muros fueron reaprovechados hace siglos para el campanario de la cercana capilla de St. Mary.