La lluvia de estrellas fugaces de las Perseidas es una de las citas anuales más importantes para las personas aficionadas a la astronomía. Este año la corriente de meteoros alcanza su punto álgido el lunes 12 de agosto, aunque la lluvia de estrellas fugaces no es un fenómeno puntual por lo que podremos seguir disfrutando de ellas en los días siguientes.

Este año las noches entorno al máximo contarán con una Luna creciente, que aporta bastante luz a la noche, por lo que no será sencillo observarlas. En el período de máxima actividad pueden llegar a verse cerca de 100 estrellas fugaces cada hora bajo un cielo muy oscuro y despejado. La contaminación luminosa también hace que en las cercanías de las ciudades o en zonas con fuerte iluminación el número de meteoros visibles disminuya considerablemente.

Entre el viernes 9 y el miércoles 14 de agosto las sesiones del planetario de la Casa de las Ciencias, excepto la de las 17 h, incluirán recomendaciones para observar las Perseidas. Para asistir es preciso obtener entradas el mismo día de la sesión, que pueden adquirirse en la recepción de la Casa de las Ciencias desde la apertura del museo a las 10 h.

Sin prismáticos

Para disfrutar de las Perseidas no se precisan instrumentos ópticos, como prismáticos o telescopios, ni se requieren conocimientos especiales de astronomía, ya que los meteoros pueden verse por toda la bóveda celeste. Eso sí, todas sus trayectorias parecen surgir de la constelación de Perseo (de ahí su nombre) que emerge por el horizonte en dirección nordeste pasada la media noche.

Las Perseidas también se conocen como lágrimas de San Lorenzo, ya que el día 10 de agosto está dedicado en el santoral a este diácono de Roma que sufrió martirio asado en una parrilla en el año 258. Pero en realidad no son otra cosa que diminutos restos del cometa Swift-Tuttle, que con un tamaño inferior al de granos de arroz, entran en la atmósfera a gran velocidad, dejando a su paso un rastro luminoso que puede llegar a durar varios segundos. Este cometa se acerca a la Tierra cada 120 años en su recorrido alrededor del Sol, renovando la corriente de partículas que nuestro planeta atraviesa cada año por estas fechas.