La educación ambiental, desde el punto de vista metodológico, plantea la necesidad de desarrollarse a través de procedimientos que sean coherentes con sus bases éticas y conceptuales. Por ello, parte del sujeto que aprende para construir el conocimiento, concibiendo el aprendizaje como un proceso, en el que lo intelectual y lo afectivo están estrechamente vinculados, educando en términos de relación, interacción e interdependencia, partiendo de lo cercano para llegar a un pensamiento global.
La educación ambiental como una educación en valores que debe desarrollar estrategias de modificación de conducta: los dilemas morales, la clarificación de valores a través de los juegos de simulación o las dramatizaciones, los ejercicios de roles, las vivencias personales, la investigación… Son además las herramientas con las que contarán estos proyectos educativos.
La elección de los temas o centros de interés deben estar localizados en el entorno próximo. Así, ha de optarse por cuestiones locales, que afecten directamente a la vida de los ciudadanos o de su comunidad, sin perder la perspectiva global; esta concepción se recoge perfectamente en el Informe Brundland: pensar globalmente, actuar localmente.
El medio ambiente es el resultado de la interacción en el tiempo y en el espacio de factores biológicos, físicos, económicos, sociales y políticos, por lo que su comprensión requiere el estudio de sus elementos e interacciones entre ellos.
La introducción de la educación ambiental (EA) en el sistema educativo se aborda desde una perspectiva transversal, a fin de que impregne todas las áreas del currículo desde los primeros niveles. Así, ha de tener en cuenta:
Desde la administración local, el reto consiste en ofertar un conjunto integrado de recursos destinados específicamente a los centros de enseñanza para desarrollar aquellos objetivos que en sus proyectos educativos se plantean en el marco de la EA. Por tal motivo, la labor del Servicio Municipal de Medio Ambiente es doble:
Con el Programa de Educación Ambiental que se plantea desde el Ayuntamiento de A Coruña, se establece un estrecho vínculo entre las actuaciones de gestión municipal y el conocimiento que de ellas tenga la comunidad escolar y, por extensión, la población en general, así como una mejora de la participación directa en los temas que se plantean.
Conocimientos: ayudar a las personas y a los grupos sociales a adquirir una comprensión básica del medio ambiente en su totalidad, de los problemas conexos y de la presencia y función de la humanidad en él, lo que entraña una responsabilidad crítica.
Actitudes: ayudar a las personas y a los grupos sociales a adquirir valores sociales y un profundo interés por el medio ambiente, que les impulse a participar activamente en su protección y mejoramiento.
Aptitudes: ayudar a las personas y a los grupos sociales a adquirir las aptitudes necesarias para resolver problemas ambientales.
Capacidad de evaluación: ayudar a las personas y a los grupos sociales a evaluar las medidas y los programas de educación ambiental en función de los factores ecológicos, políticos, económicos, sociales, estéticos y educacionales.
Participación: ayudar a las personas y a los grupos sociales a que desarrollen su sentido de responsabilidad y a que tomen conciencia de la urgente necesidad de prestar atención a los problemas del medio ambiente, para asegurar que se adopten medidas adecuadas al respecto.
Por su parte, la Estratexia Galega de Educación Ambiental (2000) entiende que las propuestas en materia de Educación Ambiental deben satisfacer los siguientes objetivos:
Por último, la Agenda 21 no es sino un marco estratégico dirigido a un objetivo final: el desarrollo sostenible local y global. Esta meta sólo puede ser alcanzada a través del establecimiento de unos objetivos específicos para cada comunidad local.
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